Management

Uberización del empleo: ¿no podían haber elegido otra palabra más fácil?

"La empresa Uber ha dado nombre a una nueva forma de economía colaborativa basada en redes sociales y aplicaciones para móviles"

Javier Fañanás

Director de proyectos y consultor en The Skeye

 

 

Como dijo el ínclito Federico Trillo en un desliz de micrófono abierto después de leer el título infumable de una ponencia, "manda güevos". Sí, el concepto al que me voy a referir es nuevo, no hay precedentes, y como todo lo nuevo hay una tendencia a dar crédito a su inventor o popularizador adjudicándole su nombre; no es una sorpresa que las ondas hertzianas o hercianas rindan tributo a H.R. Hertz, ni que llamemos kleenex a todos los pañuelos de papel, pero alguien debería poner coto a esto (que es la famosa frase que todos decimos cuando esperamos que los demás hagan lo que nosotros queremos pero nos da pereza o simplemente es tan grande que no lo conseguiremos).

Uber, empresa tecnológica para compartir trayectos en coche, ha pasado de ser una start-up prometedora a multinacional en 8 años y ha llegado al trayecto 5 billones

Hablamos de Uber, empresa tecnológica para compartir trayectos en coche, que de ser una start-up prometedora ha pasado a multinacional en 8 años, que este año ha llegado al trayecto 5 billones (americanos eso sí, pero sigue siendo un 5 y nueve ceros detrás), que sigue perdiendo cada año una cantidad muy relevante pero que vale aproximadamente 70.000 millones de dólares. Y que ha dado nombre a una nueva forma de economía colaborativa basada en redes sociales y aplicaciones para móviles, una nueva forma de relación entre clientes y proveedores que denominamos uberización (manda g...!!). Hay multitud de ejemplos que suponen la desaparición de intermediarios entre usuario y proveedor en una gran variedad de campos, por ejemplo el alquiler de alojamiento para viajeros que proporciona Airbnb; gracias a Dios no ha sido esta la palabra elegida porque si ya cuesta hablar de uberización imagina, querido lector, como dirías airbnbización.

Al final todo se resume en que alguien está en disposición de prestar un servicio y la aplicación lo pone en contacto con alguien de su zona que está interesado. Salvando las distancias y en tono lúdico, es como esas aplicaciones que ponen en contacto a parejas que están por la zona para encuentros casuales; no me preguntéis detalles sobre esto porque es algo que a mí me han contado. Una vez salvado este paréntesis retomo el tema para afirmar que esta es una evolución del fenómeno freelance, eso sí, con más agilidad y con otras ventajas obvias tales como:

  • el abaratamiento de costes tanto por eliminación de la estructura intermedia como por ampliación del número de competidores potenciales

  • el acceso a más clientes y más proveedores

  • el poder comprobar la opinión de otros usuarios sobre el servicio a contratar (sí, los likes)

  • sobre todo, la parcelización del trabajo o del proyecto en partes que pueden ser encargadas a diferentes proveedores de servicios

Visto así es un chollo para ti, reputado Director de Recursos Humanos, que te permite contratar solo lo que necesitas, sin vinculación laboral, sin preocuparte de la protección frente a contingencias, sin planes de jubilación, sin preocupación por el talento y la retención del mismo, sin gastar fósforo y dinero en la identificación con la compañía o en la reputación como empleador, sin representación sindical, etc... Pero - como en muchos otros aspectos de la vida siempre hay un pero - parece obvio que se requiere una regulación; sabemos por experiencia como prostituir prácticas de recursos humanos que nos parecían inmaculadas, y en este caso la línea con el prestamismo laboral y los abusos, por ejemplo, es muy difusa.

Peter Fleming, profesor de la City University of London, ha escrito un sesudo estudio sobre el impacto de la uberización en distintos ámbitos del capital humano, dando por sentado que el modelo está aquí para quedarse con la proliferación de autónomos o falsos autónomos. Destaco aquí algunos puntos del estudio:

  1. En la Inglaterra de 2016 un trabajador autoempleado promedio cobraba lo mismo que un trabajador promedio en 1994; por supuesto sin derecho a baja, vacaciones, pensión, etc

  2. En ese entorno, la frontera entre tiempo de trabajo y ocio es simplemente inexistente.

  3. No siempre se podrá repercutir en el coste del servicio gastos de materiales, software, desplazamientos, etc. El "socio" de Uber paga el coche, la licencia, el carburante, las reparaciones, etc

  4. La mejora en la cualificación profesional para ser más atractivo que las competidores va a cargo del individuo. Quienes tengan más recursos podrán pagarse la formación y tendrán más oportunidades, independientemente de si son los mejores.

  5. Pensar en un mercado idílico de agentes libres es irreal: habrá más control y supervisión por quien tiene el poder de la contratación

Yo, bastante uberizado personalmente, no lo tengo claro. Hemos evolucionado del modelo tayloriano (trabajador burócrata que hace lo que le dicen) a una autonomía responsable (objetivos con iniciativa personal), y después a un modelo motivador basado en la identificación con la compañía, y estamos entrando en la uberización; yo creo que antes de lanzarnos de cabeza como si fuese un parque de atracciones, se requiere un análisis más profundo. El 70% de los pilotos de Ryanair son autónomos, y hemos visto recientemente que eso tiene impacto en el servicio y en la marca.

El 70% de los pilotos de Ryanair son autónomos, y hemos visto recientemente que eso tiene impacto en el servicio y en la marca

En cualquier caso, es refrescante para el debate que se oigan voces que vayan en la dirección opuesta, como la del CEO de Unilever que recientemente ha antepuesto condiciones de empleo justas a la rentabilidad del accionista, paradigma típico de las multinacionales, principalmente las americanas; habrá que ver qué dicen sus accionistas, pero yo aplaudo su cordura.

Finalmente, no desdeñemos la mejora de servicio que estas prácticas supondrán para el usuario final. Pongo un ejemplo simple: en mi último viaje le entregué mi coche a un señor muy amable en la terminal del aeropuerto y me lo devolvió justo después de recoger mis maletas a mi retorno por un precio total muy inferior a lo que pagábamos habitualmente en el parking del aeropuerto y con las ventajas obvias de este servicio; no sé si el servicio estaba uberizado, si sus condiciones eran justas, si había tenido vacaciones, si conciliaba, etc pero yo, como cliente, quedé muy satisfecho y repetiré. Quizás sea insensible o egoísta y me empezaré a preocupar cuando lo sufra en propias carnes, quizás tengamos que asistir a la evolución pendular del modelo antes de poner coto a los desmanes, pero esta nueva vuelta de tuerca a la gestión del capital humano merece una oportunidad.