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El piloto del cometa Halley

"Es cierto de que cuando nos visite en 2062 no nos pareceremos en casi nada al mundo de su anterior visita en 1986"

Javier Fañanás

Director de proyectos y consultor en The Skeye

 

 

Una gran parte de lo que sigue es confidencial por lo que os pido vuestra complicidad: si se supiera muchas cosas cambiarían y algunos deberían revisitar sus teorías, entre los que cito a Daniel Dennet y a su muy interesante libro "De las bacterias a Bach". Pues bien, dejo ya el suspense de película de sobremesa y lo descubro: ¡el cometa Halley tiene un piloto!

Para los no iniciados, Edmund Halley fue un matemático, amigo de Newton, que determinó a finales del siglo XVII que el cometa que habían descrito en 1531 era el mismo que el de 1607, y el de 1682, y predijo que volvería a pasar en 1758, como así fue (bueno, él predijo que pasaría en 1757 pero hubo una alteración por efecto de la atracción gravitatoria de Júpiter y Saturno; no se lo tenemos en cuenta porque todos sabemos que "en agricultura medio metro no es holgura"). No es extraño que le pusieran su nombre. Y el cometa siguió fiel a su cita hasta 1986, la última vez que pasó cerca de la Tierra y que nos permitió enviar una sonda, la misión Giotto, que determinó que tenía forma de cacahuete, con 15 km de largo y 8 de ancho, y - aquí viene lo más relevante - ¡la sonda no descubrió al piloto! Es incuestionable la pericia del mismo, que hace que vuelva a pasar por el mismo sitio cada 75 o 76 años, que dedica a conducir por el espacio interestelar y sin chocar con nada. Pues bien, aquí viene la segunda primicia: ese gran piloto lo tiene todo tan controlado que le da tiempo a acercarse a la Tierra y echar un vistazo a temas generales de nuestra civilización y los compara metódicamente con sus registros de la vez anterior.

Si ponemos el contador a cero en 1986 y detallamos las innovaciones de las últimas tres décadas podemos adivinar que nuestro querido piloto va a tener mucho trabajo en 2062

No voy a desvelar aquí sus anotaciones, pero tú, querido lector, puedes imaginarte su sorpresa al comparar el mundo de 1986 con el de 1910. Efectivamente, tras siglos de evolución constante pero lenta se había producido una autentica explosión científica, tecnológica y demográfica (piensa que cuando pasaba no conocía a casi nadie de la vez anterior), pero también sociológica con guerras mundiales y genocidios; la gente se comunicaba por teléfono, había servicios públicos de calidad, la esperanza de vida había aumentado notablemente, la cultura había asistido a la popularización del cine, la radio y la televisión, y la prensa se había convertido en el cuarto poder. Pero si ponemos el contador a cero en 1986 y detallamos las innovaciones de las últimas tres décadas podemos adivinar que nuestro querido piloto va a tener mucho trabajo en 2062; ahí van unas cuantas que él no vio y que para ti son habituales hoy:

  1. Internet. Como diría Bernd Schuster, "no hase falta desir nada más".
  2. Sistemas de almacenamiento de energía, incluido el coche.
  3. La telefonía móvil y sus derivados.
  4. GPS.
  5. El SIDA, entonces una gran amenaza, ha dejado de ser una condena a muerte. ¡Y tenemos Prozac y Viagra!.
  6. La impresora 3D.
  7. La nanotecnología, la secuenciación del genoma humano entre otros avances en genética, la biotecnología, los trasplantes.
  8. El software y sus desarrollos. Ten en cuenta que cuando pasó la ultima vez Wozniak estaba en un garaje haciendo sus pinitos.
  9. La fibra óptica.
  10. El libro electrónico, la pantalla táctil, la evolución del hardware de los ordenadores.
  11. El agujero de la capa de ozono.
  12. Los biocombustibles.
  13. Los nuevos materiales y la internet de las cosas.
  14. Las redes sociales.
  15. Y una pléyade de inventos que nos hacen más fácil la vida, inventos de distintos tipos tales como cámara digital, Photoshop, realidad virtual (la primera máquina es de Atari en 1989), WiFi, tecnología LED, DVD, USB, Google, y un largo etcétera.

¿Asustado del ritmo de cambio? ¿No tienes la impresión de que se asemeja a una curva asintótica y que nos encontramos en la parte de aceleración vertiginosa de la pendiente? Da un poco de vértigo al mirarlo en perspectiva y sobre todo al especular en lo que nos espera hasta que vuelva el Halley. Pero también con esperanza e ilusión porque tenemos los mimbres para curar el cáncer u otras enfermedades que nos asolarán y que hoy no conocemos, para detener el hambre y las desigualdades, para mejorar nuestra calidad de vida y prolongar el estado de bienestar, para crear y completar utopías, para explorar fuera de la galaxia, para profundizar en Einstein, y para cientos de oportunidades que hoy no asoman a la mente de este humilde prosista. Pero, un momento, ¿tenemos los mimbres? Es obvio que tenemos sombras que pueden velar esa capacidad, sombras geopolíticas, desbalances demográficos, incertidumbres económicas, amenazas climáticas, etc pero también una explosión intelectual sin precedentes en la que hay que confiar. Esta explosión - y no me refiero a los millenials exclusivamente: hay muchísimos que no lo somos y cambiamos nuestros comportamientos - va acompañada de nuevos hábitos de vida, de consumo, de relación, etc que el futuro determinará si van en la dirección que yo especulaba al principio de este parágrafo.

Por poner un ejemplo simple, vi una estadística según la cual los jóvenes consumen menos televisión, y cuando lo hacen optan por la televisión a la carta; es obvio que no les valen los formatos tradicionales y prefieren otras realidades. El domingo 25 de marzo por la noche, ElRubius (¡Ah! ¿No sabes quién es? Empezamos mal) congregó en su canal de Youtube a más de un millón de seguidores para una partida de Fortnite (¿Tampoco? Es un videojuego de supervivencia) en modo Battle Royale (¿os acordais de cuando jugábamos al futbol en la calle todos contra todos? Pues eso mismo); ninguna cadena de televisión tuvo ese share a esas horas. Nuevos hábitos surgirán, hoy difícilmente imaginables, al tiempo que se construye un pensamiento más social y que se tambalean los cimientos de las democracias en que hemos basado nuestras estructuras en las últimas décadas. En conjunto, un cóctel con demasiados grados de libertad para hacerlo previsible.

Eso sí, lo único que está garantizado es que será muy diferente y que esa velocidad de cambio exponencial requerirá virtudes que haríamos bien en desarrollar: resiliencia, apertura de mente, adaptabilidad, y sobre todo la capacidad de pensar de forma radicalmente diferente. Os recomiendo que visitéis la página web de Alfons Cornellá, un agitador de pensamiento que en su pestaña "Radical is normal" publica anualmente reflexiones sesudas para comprender ese mundo futuro; me permito copiar un párrafo de su presentación: "La distancia entre la normalidad y la radicalidad se ha reducido a prácticamente cero. Podemos esperar prácticamente cualquier cosa de la ciencia y la tecnología. Y de los comportamientos sociales. Pensar de forma más y más atrevida va a ser necesario, y para ello habrá que estar más al día sobre cómo cambia el mundo". No tengo espacio para desarrollar más el concepto pero estoy seguro de que volveré sobre ello.

Y no nos apesadumbremos pensando en el pobre piloto del Halley y su ímprobo trabajo de compilación y comparación: tiene capacidad cerebral y computacional de sobra para este trabajo. Es cierto de que cuando nos visite en 2062 no nos pareceremos en casi nada al mundo de su anterior visita en 1986; es más, no sabemos si habrá mundo pero si lo hay podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que será un mundo radicalmente nuevo. A mi me pillará con un siglo a mis espaldas pero con los avances que vienen espero estar en forma y lúcido para comentarlos con vosotros.