Los rebrotes nublan las expectativas del turismo

Goteo de cancelaciones ante la incertidumbre generada por el repunte de los contagios

Poca gente en las playas este verano. FOTO: XAVI JURIO.
Roberto Villarreal / Tarragona

Los nuevos focos de coronavirus en Tarragona -y especialmente en la vecina comarca del Segrià y también en Barcelona- están generando un goteo de cancelaciones en los alojamientos turísticos de la provincia. La esperanza de un cambio de dinámica en la demanda a través de las reservas de última hora se va desvaneciendo según pasan las semanas ante una situación sanitaria que no termina de estar controlada. Según los empresarios, el aspecto más nocivo de la crisis deriva de un círculo perverso: la incapacidad del cliente para poder reservar con cierto nivel de certidumbre, lo que a su vez impide al empresario planificarse adecuadamente.

El sector turístico de Tarragona ya se hace a la idea de que la temporada 2020 va a ser extremadamente difícil de remontar. Los campings han arrancado este mes de julio en torno al 30% de ocupación, mientras que los pocos hoteles que han abierto apenas llegan al 25%. En un verano normal la cifra nunca bajaría del 80%. Las voces más autorizadas del sector, como la del ex presidente de la Federación Empresarial de Hostelería de Tarragona (FEHT) y presidente del Ohtels Hotels & Resorts, Eduard Farriol, consideran que ni siquiera se puede emplear el término 'temporada' para el desastre de este año.

Para colmo de males, los empresarios lamentan la desconfianza que están provocando los repuntes de Covid 19 en Catalunya, a día de hoy una de las zonas más afectadas, lo que está desinflando las expectativas y dejando las previsiones en papel mojado. La obligatoriedad de llevar mascarilla, ordenada por el Govern de la Generalitat, tampoco ayuda. La percepción de los agentes del tejido turístico es que se transmite la sensación de que el virus no está controlado en territorio catalán.

En la Costa Daurada central, con el eje más potente en Cambrils-Salou-La Pineda, apenas han abierto una decena de sus más de 90 hoteles con una bajísima media de ocupación que todavía ronda el 25%. La nueva presidenta de la FEHT, Bertá Cabré, elegida en la primera semana de julio, subraya el esfuerzo que están realizando las empresas para mantener los negocios en funcionamiento en condiciones mínimas y con una gran incertidumbre respecto a las reservas. "Las comparativas con años anteriores ya no tienen ningún sentido en este 2020", reconoce Cabré, que destaca la responsabilidad hacia las plantillas y el empuje que están demostrando una vez más.

Impacto según las tipologías de alojamiento

Desde el pasado mes de mayo, dada la peculiaridad de sus características -espacios abiertos, naturaleza, unidades familiares...-, los campings son los únicos que han podido ir abriendo sus puertas de forma gradual, aunque la campaña es complicada para todas las tipologías de alojamiento. Este subsector, que ha realizado un enorme esfuerzo de medios humanos y económicos para garantizar la seguridad sanitaria, confía en poder salvar los meses centrales de la temporada alta, especialmente agosto y septiembre.

Las inversiones en elementos y procedimientos anti-Covid 19 están siendo gravosas para las empresas, en algunos casos salpicadas por la confusión que provocan los constantes cambios normativos. "Hemos demostrado una vez más la capacidad de adaptación y la resiliencia del sector; los empresarios no sólo han conservado las plantillas sino que las han reforzado para aplicar adecuadamente los nuevos protocolos higiénico-sanitarios", destaca desde Campings del Mediterráneo, Àngels Ferré, presidenta de una Confederación que agrupa a más de 300 campings desde Girona hasta Alicante.

"Es cierto que el cliente de proximidad se está interesando por nuestros establecimientos, pero la caída del visitante extranjero tiene demasiado peso en la cuenta de resultados", describe el presidente de Campings Tarragona Ciutat, Agustí Peyra, agrupación que incluye los siete establecimientos del término municipal de Tarragona. Las previsiones indican que, dado el escaso margen de maniobra, "en julio no se podrán alcanzar ocupaciones similares a las de otros años; la evolución de la pandemia va a ser decisiva para las cifras de agosto y en septiembre".

Los apartamentos turísticos gozan de mayor flexibilidad, ya que pueden adaptarse a la demanda y dejar cerrados los que no tienen solicitudes. "El caso de los hoteles es el más complejo, ya que tienes que abrir todo el edificio con independencia del nivel de reservas", expone Cabré. Con una oferta de alojamiento para 140.000 familias en Costa Daurada y Terres de l'Ebre, este panorama no invita al optimismo, ya que las previsiones se quedan obsoletas en cuestión de horas y la debilidad de la demanda es palpable.

Competencia entre destinos

Los problemas laborales, económicos -e incluso de salud en el peor escenario- que lastran el repunte del mercado doméstico se dejan sentir en forma de estancias más cortas, "más bien escapadas para desconectar, no unas vacaciones propiamente dichas". Si a esta tendencia se une la dificultad para planificar el descanso estival y la fuerte competencia por el turista nacional, el resultado es una tormenta perfecta. Otro de los agravantes para la Costa Daurada deriva de su sello marcadamente familiar. Viajar con niños provoca una exigencia de mayor seguridad y control, lo que se traduce en una situación más delicada las actuales circunstancias. Los datos que maneja la FEHT indican que el turismo nacional en la Costa Daurada ha pasado en la última década de un rango aproximado del 60% al 30% de las pernoctaciones. El trabajo de diversificación, que tan buenos frutos ha dado en las últimas temporadas, juega ahora en contra del maná que todos los destinos esperan que llegue de otras provincias españolas: "El mercado es el que es, y da hasta donde da; no podrá arreglar las cifras de nadie".

Al igual que en los peores años de la crisis económica, es más que probable que el factor precio también tenga una cierta influencia. No obstante, los empresarios del sector consideran que sería contraproducente, más allá de ligeros retoques a la baja, "tratar de vencer el miedo y la psicosis generados por la Covid 19 restando valor al evidente salto de calidad que hemos logrado en los últimos años gracias a un esfuerzo inversor constante". La idea de poder alargar la temporada hasta octubre o noviembre es otro de los debates que planean en el seno del sector, pero de momento nadie posee la bola de cristal para predecir el futuro: la buena climatología y la predisposición de las empresas suponen argumentos a favor, pero la posibilidad de un nuevo confinamiento, -en boca de los agoreros cada vez con más frecuencia-, o el inicio del curso escolar como condicionante de las familias ejercen de contrapeso.

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