Un 2023 bajo el reto ineludible de ganar en competitividad

Los elevados precios del gas, electricidad y materias primas sitúan al hub de Tarragona en situación de inferioridad respecto a EEUU, Oriente Próximo y Asia

Roberto Villarreal / Tarragona

A falta de conocerse los datos del año recién cerrado, la cifra de negocio de la industria química española, en la que el site de Tarragona ocupa un lugar protagonista, no estará al nivel de los dígitos de 2021, con un crecimiento de 20 puntos y casi 77.250 millones de euros, gracias al buen comportamiento de sus precios. Tras un buen inicio de 2022 en la misma dinámica, la guerra de Ucrania quebró todas las previsiones, de modo que el segundo semestre, -y especialmente el último trimestre-, llegó lastrado por unos precios disparados de la energía y de las materias primas.

La progresiva desaceleración de la demanda de productos químicos en pulmones estratégicos como la automoción ha terminado de agravar la situación, hasta el punto de que, según Ignasi Cañagueral, presidente de la Asociación Empresarial Química de Tarragona (AEQT), la incertidumbre se ha instado en el sector, y no hay visos de que el escenario cambie al menos hasta el segundo semestre de 2023. Sin alarmismos, lo cierto es que las noticias no son halagüeñas: buena parte de las plantas siguen trabajando por debajo de su capacidad de producción, e incluso algunas se van parando de forma intermitente.

La guerra en el Este ha dañado profundamente la competitividad de la industria química europea a nivel global. Aunque los polígonos del sur resisten mejor que los del norte ante la crisis de Ucrania, la mayor preocupación llega desde China y Oriente Próximo, y desde hace algunos meses también desde Estados Unidos. Están fabricando más barato, y cabe recordar que el 60% de la producción de la industria petroquímica de Tarragona se vende en el extranjero, la mayor parte en Europa.

La canción no es nueva: "A medio y largo plazo, el futuro pasa por invertir para diferenciarnos y entregar al mercado productos más especializados, para no tener que competir con productos comodities que pueden llegar de otros continentes con costes más bajos", subraya el director del complejo industrial de Repsol en Tarragona, Javier Sancho. "Entendemos que es una situación coyuntural, y las grandes marcas no toman decisiones en el corto plazo... pero si el primer trimestre de 2023 es un desastre y siguen llegando importaciones más baratas, sí que se cerrarán plantas en Europa", expone Cañagueral. Por el momento, en Tarragona, no hay prevista ninguna desinversión: "El riesgo siempre existe, y en momentos de baja demanda y costes más altos, aumenta; la evolución de la guerra es clave en 2023".

El reto de la descarbonización, con horizontes en 2030 y 20250 tampoco ayuda en estos momentos, ya que encarece la producción europea frente a sus competidores a escala mundial. Dentro de Europa, la AEQT reclama al Estado y a la Generalitat el mismo trato que recibe la industria química de Alemania o Países Bajos. "Sin esas ayudas, nos estamos pegando un tiro en el pie... la transición energética no es gratis y se necesitan recursos públicos para afrontar esas enormes inversiones". "Lo que está más que demostrado -analiza Carles Navarro, director general de BASF en España- es la prioridad de disponer de una base industrial sólida que pueda sustentar nuestra economía en los buenos y en los malos tiempos".

Navegar en la incertidumbre sin perder competitividad

Si algo resulta especialmente complejo en este arranque de año es realizar pronósticos. La incertidumbre con la que se cerró 2022 sigue vigente y, en ese contexto, para el sector petroquímico de Tarragona es difícil prever cuál será la evolución del ejercicio. Los retos, además, se despliegan en dos dimensiones, críticas ambas: los inmediatos, de impacto a corto plazo; y los de largo recorrido, que se dirimirán en estos meses pero que tendrán impacto durante décadas.

Comenzando por lo inmediato, es conocido que los elevados precios de la energía, así como las consecuencias de la guerra en Ucrania, han tenido impacto considerable sobre la economía mundial y también sobre nuestro sector. Si bien es cierto que algunas medidas implementadas por los gobiernos han logrado contener la inflación en valores algo inferiores a las previsiones iniciales, la situación supone un reto mayúsculo.

Todo ello ha llevado a algunas de nuestras empresas a tomar medidas, como la parada temporal de la producción o su marcha a capacidad limitada al mínimo técnico, en los casos en los que tal medida es viable. Se estima que la situación es coyuntural, de forma que no se vislumbra un horizonte de medidas más drásticas, pero habrá que seguir la evolución de la situación con la máxima atención.

Al mismo tiempo, como polígono industrial, debemos seguir trabajando en la eficiencia de nuestros procesos y en la incorporación de las mejores tecnologías; y, sobre todo, apostando por la innovación y la investigación para dotar a nuestros productos cada vez de más valor añadido; punto clave que nos puede ayudar a competir en un contexto de mercados globalizados con otras regiones que se manejan con costes muy inferiores.

Al mismo tiempo, analizar el 2023 debe también poner parte del foco en el largo plazo. En cuestiones que no van a repercutir directamente sobre el ejercicio, pero que deberían resolverse, o al menos desencallarse, en el transcurso del ejercicio, con el objetivo de afianzar la competitividad de nuestras industrias de cara a las próximas décadas.

En especial todo cuando tiene que ver con la transición energética y la descarbonización. Por un lado, esperamos un nuevo impulso a la Vall de l'Hidrogen para que este territorio siga encaminándose a su voluntad de ser, en el futuro, referente internacional del hidrógeno verde. El anuncio del electrolizador más grande de España, que se construirá en Tarragona, es prueba fehaciente del compromiso de nuestro sector con el hidrógeno verde y con el territorio.

Al mismo tiempo, 2023 debería traernos buenas noticias en cuanto a otros pasos previos que deberemos dar en esa transición energética, como el de las "tecnologías puente" que venimos defendiendo: el sector necesita, para llevar a cabo la transición de forma realista y cumpliendo con los compromisos intermedios, que la hoja de ruta española contemple, además del hidrógeno verde, otras alternativas como el hidrógeno bajo en carbono con captura y almacenaje de CO2. Por no hablar de otras cuestiones que seguirán siendo claves en el horizonte del medio plazo, como la aprobación del reglamento de redes cerradas.

Queda claro, pues, que 2023 llega cargado de desafíos. En ambos planos: en el corto plazo, que nos debe permitir seguir siendo competitivos durante el ejercicio, y en el largo plazo, que nos debe afianzar como polígono de referencia para las próximas décadas. El trayecto será exigente, pero tenemos un plan para afrontarlo y estamos seguros de que, con el apoyo y el acompañamiento del territorio y sus administraciones, lo podremos recorrer con éxito.

Maria Mas

Directora gerente de la AEQT