
La industria química española ha demostrado una notable resiliencia y capacidad de adaptación en los últimos años, consolidándose como un sector estratégico para la economía nacional. En 2024 cerró con un crecimiento del 3,6% en su cifra de negocios, alcanzando los 85.483 millones €, y se prevé que en 2025 supere los 89.000, impulsada por un incremento de la producción del 3,2% y del 1,5% en precios. Además, el empleo también creció un 3,4%, hasta los 237.000 trabajadores directos, reflejo de su dinamismo.
Sin embargo, tras estas sólidas cifras se esconden importantes fragilidades. Las tensiones comerciales globales condicionan cualquier previsión, dado que las exportaciones superan el 65% de nuestra facturación. Por ello, ante la nueva política arancelaria de EE.UU, urge una negociación eficaz: sin acuerdo antes del verano, el crecimiento previsto para 2025 podría quedar en nada.
Por otro lado, el crecimiento global del sector en 2024 se ha sostenido sobre la Química de Consumo y Especialidades, junto a la Farmaquímica. Pero esto no puede ocultar la situación crítica que afronta la Química Básica, la cual es responsable de un tercio de la producción total del sector y desempeña un papel clave en el suministro de materias primas a otras industrias esenciales.
Este subsector, altamente electrointensivo, sufre desde 2021 una caída productiva continua por el alto coste energético en Europa, muy superior al de competidores como EE.UU o China. Esta desventaja ha provocado una pérdida de competitividad poniendo en riesgo la viabilidad de estas empresas, lo que también amenaza a toda la industria química.
Las empresas electrointensivas españolas soportan costes eléctricos que duplican o incluso triplican los de otras regiones industriales, lo que lastra su capacidad para competir, frena inversiones y desincentiva proyectos de transformación sostenible.
Por ello, resulta urgente que el Gobierno asuma las recomendaciones de la UE para reducir la factura eléctrica de los sectores electrointensivos. Esto permitiría alcanzar precios finales próximos a los 40 €/MWh, situándonos en una posición muy competitiva respecto a nuestros homólogos europeos e internacionales acelerando inversiones en electrificación.
Por otra parte, hasta 2050 la Industria Química necesitará invertir 65.000 millones de € en tecnologías limpias para alcanzar la neutralidad climática y abatir 13,5 millones de toneladas de CO2. Por ello, es fundamental la creación de un Fondo Nacional para la Descarbonización y la Competitividad Industrial, dotado con 2.500 millones €, que facilite un modelo de financiación CAPEX y OPEX mediante Contratos por Diferencias de Carbono. Este instrumento permitiría canalizar estas inversiones sin penalizar la competitividad.
La industria química no solo es uno de los principales motores de la economía española, también es estratégica en la transición ecológica y tecnológica del país. Pero para mantener su liderazgo, necesita un entorno competitivo y estable, dentro y fuera de nuestras fronteras.