Tribuna

La diluida Tasa Tobin

No tiene sentido que un ciudadano pague el IVA de su café que toma diariamente y otro ciudadano, independientemente de su poder adquisitivo, esté exento de pagar un gravamen por la compra de acciones

Rafael Sambola i Puig

Economista i professor de EADA Business School

Cuando en nuestra vida cotidiana compramos un bien o un servicio, éste viene gravado por el impuesto del IVA o por el ITP (impuesto sobre transmisiones patrimoniales). No obstante, hay algunas excepciones. Una de ellas es la compra de acciones de una empresa.

Pues bien, esta supuesta anomalía parece que tiene los días contados. Alemania, a través de su ministro de Finanzas, el socialdemócrata Olaf Scholz, ha propuesto a sus homólogos europeos fijar un gravamen del 0,2% sobre el valor de las acciones adquiridas de sociedades cuya capitalización supere los 1.000 millones de euros. Quedarían exentas las salidas a bolsa (OPV), las ofertas públicas de suscripción (OPS), la recompra de acciones propias, y las transacciones realizadas a través de fondos de pensiones.

Se trata, por tanto, de un impuesto que trata de homogeneizar la compra de bienes y servicios ya que no tiene sentido que un ciudadano pague el IVA de su café que toma diariamente y otro ciudadano, independientemente de su poder adquisitivo, esté exento de pagar un gravamen por la compra de acciones. Sin embargo, esta tasa, como cualquier subida de impuestos, tiene sus efectos colaterales, principalmente dos.

Primero, el impacto negativo que pueda tener esta medida en la rentabilidad global del pequeño inversor-ahorrador, tanto si ha constituido su propia cartera de acciones o si ha optado por invertir en un fondo de inversión, todo ello en un escenario actual con dificultades para lograr rentabilidades mínimas aceptables. Hay que recordar que llevamos algunos años donde las opciones de inversión con menor riesgo, como son los depósitos bancarios, la deuda soberana o la deuda corporativa (bonos y obligaciones), se mueven en un rango de interés porcentual, entre negativo y cercano a cero. Por consiguiente, este gravamen puede penalizar de forma indirecta el ahorro, entre otras cosas para complementar la futura pensión y minimizar la pérdida real de poder adquisitivo una vez acabada la etapa laboral. Curiosamente, operaciones más especulativas con divisas o con derivados y otros productos financieros se escapan de esta tasa.

Segundo, la posible caída del volumen de transacciones de compañías tan relevantes como Inditex, SAP, Siemens, Solvay y hasta más de 600 valores cotizados en diferentes mercados pertenecientes a la Eurozona, con una capitalización superior a los 1.000 millones de euros. Un debilitamiento que puede erosionar el desarrollo de los mercados de capitales, ya frágiles, en el continente europeo. Del mismo modo hay que ver cómo afectaría este gravamen a las ofertas públicas de adquisición (OPA)

Lo cierto es que la UE lleva casi diez años tratando de sacar adelante la llamada Tasa Tobin. Inicialmente este gravamen tenía que aplicarse a la gran mayoría de transacciones financieras, con el objetivo de recaudar cerca de 33.000 millones de euros. Con la diluida Tasa Tobin la recaudación esperada no excederá de los 3.500 millones. Muchos años de discusión para recaudar tan solo un 10% de lo inicialmente previsto. Pobre balance.