
Por el contrario, las sombras de 2025 apuntan a un hipotético agotamiento del sector turístico tras un año de récord o al ajuste fiscal que tiene que hacer España, que inicialmente deberá asumir el Gobierno central pero a partir del 2026 puede recaer en las autonomías. La baja competitividad de la industria es una amenaza a corto plazo, a la par de lo que pasa en toda Europa y que señaló Mario Draghi en su reciente informe.
"Puedo comprar un escenario de bonanza incluso hasta 2027 -valora Juan Gallardo-, pero más tarde o más temprano vamos a tener un problema si no hay reformas estructurales, si no eres competitivo en casi nada, en IA, en biotecnología... Te estás quedando atrás frente China y USA... No es un crecimiento sano, ya que en gran parte se debe al gasto público, tremendamente expansivo de todas las Administraciones, lo que genera un problema estructural; si ese gasto público tiene que disciplinarse lo vamos a pasar muy mal, aunque no lo veo a corto o medio plazo".
Agustí Segarra pone el foco en la falta de inversión productiva, y el caldo de cultivo para atraerla no es el mejor, con la energía cara, una regulación muy elevada, una burocracia pesada y una fiscalidad agresiva para la actividad empresarial. Y con Cataluña al frente del intervencionismo, muy por encima de otras Comunidades competidoras como Madrid o Andalucía. "No es un entorno ideal, y ejemplos como Hard Rock o, recientemente, la maniobra de Repsol para condicionar sus inversiones, no invitan al optimismo".
Un año difícil para la química
En el caso mencionado del sector químico, otro de los pilares económicos esenciales del territorio, la Asociación Empresarial Química de Tarragona (AEQT) vaticina nuevamente un año difícil en los mercados, tras una caída de ventas de entre el 20 y el 30% por la competencia de precios con EEUU y China. El sector afronta 2025 con enormes inversiones en el aire -se calcula que se necesitan 5.000 millones de euros para descarbonizar el 'hub' petroquímico de Tarragona- en un escenario de incertidumbre por la presión fiscal, la obsoleta infraestructura eléctrica, y la ausencia de subvenciones para la modernización del tejido industrial. "Hay que facilitar las cosas a las grandes corporaciones para que elijan Tarragona, y una tasa diferencial pone trabas a la inversión", reitera el presidente de la AEQT, Ignasi Cañagueral.