RRHH

El rey desnudo

La mayoría de observadores de un jefe que no admite las críticas le siguen la corriente para ahorrarse el enfrentamiento

Javier Fañanás

Director de proyectos y consultor en The Skeye

 

 

Hay un famoso cuento danés escrito por Hans Cristian Andersen en 1837 llamado "El traje nuevo del emperador" pero que se ha popularizado como "El rey desnudo". Por si no lo habéis leído lo resumo en un párrafo (¡gracias Wiki!):

«Hace muchos años vivía un rey que era comedido en todo excepto en una cosa: se preocupaba mucho por su vestuario. Un día oyó decir que podían fabricar la tela más suave y delicada que pudiera imaginar. Esta prenda, añadieron, tenía la especial capacidad de ser invisible para cualquier estúpido o incapaz para su cargo. Por supuesto, no había prenda alguna. Sintiéndose algo nervioso acerca de si él mismo sería capaz de ver la prenda o no, el emperador envió primero a dos de sus hombres de confianza a verlo. Evidentemente, ninguno de los dos admitió que eran incapaces de ver la prenda y comenzaron a alabar a la misma. Toda la ciudad había oído hablar del fabuloso traje y estaba deseando comprobar cuán estúpido era su vecino. Los estafadores hicieron como que le ayudaban a ponerse la inexistente prenda y el emperador salió con ella en un desfile, sin admitir que era demasiado inepto o estúpido como para poder verla. Toda la gente del pueblo alabó enfáticamente el traje, temerosos de que sus vecinos se dieran cuenta de que no podían verlo, hasta que un niño dijo: "¡Pero si va desnudo!". La gente empezó a cuchichear la frase hasta que toda la multitud gritó que el emperador iba desnudo. El emperador lo oyó y supo que tenían razón, pero levantó la cabeza y terminó el desfile».

¿Has tenido algún jefe así? ¿Tan pagado de sí mismo por haber llegado a la punta de la pirámide que le impide ver la misma realidad que veis todos y admitir críticas y opiniones diferentes, o de admitir su propia incompetencia en algún tema? ¿Y cuántos de vosotros, tú y tus compañeros, preferís seguirle la corriente aun a sabiendas que está equivocado porque es mejor eso que confrontar y aguantar las broncas, que suelen ser públicas para más inri? ¿Y además pensáis que hacéis lo correcto pensando en vuestro futuro, la carrera profesional, etc y eso os acomoda a la situación? De hecho, no solo la acomoda, sino que la valida y da una retroinformación errónea a ese jefe porque la mayoría de los observadores, tengan o no tengan poder, aprueban las prácticas del jefe con la ignorancia colectiva de un hecho obvio que individualmente reconocen como no cierto.

Este jefe, que posee la verdad absoluta, se rodea de fieles, verdaderos o impostados, que le ríen las gracias y le validan los comportamientos

Sí, ya sé que hay muchos matices de grises y que probablemente no hay ningún caso tan exagerado, pero me sirve para hacer varias reflexiones:

  1. Damos por asumido que ese sistema de gestión no da resultados, pero eso no es obvio. Al final del desfile el rey sigue siendo rey, avergonzado eso sí. Luego os hablo del Rey Sol.
  2. En nuestro cuento el rey hereda, pero quizás aprendió esos comportamientos de sus progenitores. Nuestro jefe quizás aprendió los suyos de su jefe, el que lo nombró y a quién le fue bien. O quizás es el dueño, ya tú sabes...
  3. Este cuento se usa también para ilustrar la pureza a través de los ojos de un niño. En la realidad empresarial he visto pocos "niños"; como mucho he visto críticos que socavaban su autoridad por detrás y le ponían a parir mientras se acomodaban a sus prácticas con la sonrisa servil.
  4. Cuanto más tiempo permanece en el cargo más se exacerban esos comportamientos. En política es parecido al síndrome de la Moncloa, esa reclusión del presidente de Gobierno en el palacio ignorando la realidad y encastillándose en sus convicciones como si fuesen palabra de Dios.
  5. Es resiliente. Aunque se dé cuenta de su error sigue perseverando, igual que el rey llega a palacio impasible tras descubrir su ridículo.
  6. Para los que lo sufren es más fácil adaptarse que intentar cambiarlo. Para los nuevos es más simple integrarse en un grupo con unas prácticas y hábitos insufribles que abrirles los ojos. Es bien conocido el experimento de la jaula de monos, el plátano y la ducha de agua fría.
  7. Este jefe, que sabes que posee la verdad absoluta, se rodea de fieles, verdaderos o impostados, que le ríen las gracias, le validan los comportamientos y tienen riesgo de reproducirlos. Se rodea de un séquito de palmeros (mayordomos intelectuales en la acertada definición de mi inspirador) en que fidelidad y maleabilidad están por delante de la competencia técnica o gerencial. Por supuesto tú no eres uno de ellos: es como esa madre que en un desfile militar exclamó indignada "Todos marcan el paso mal... menos mi hijo"
  8. Probablemente muchos lo justificarán por la edad, por el tiempo que lleva en la empresa, su elevado e indudable compromiso, e incluso habrás oído mil veces eso tan manido de "todos sabemos cómo se pone, pero tiene buen fondo". Ya me quedo más tranquilo de saber que no roba ni se come a los niños crudos.

Nuevamente lo más fácil es culpar a los demás, a la organización, al empedrado, al gobierno o al adversario político pero la realidad es que todos tenemos algo de responsabilidad: tú porque lo toleras a pesar de saber que el rey va desnudo, yo en Recursos Humanos porque es más fácil mirar hacia otro lado y evitarme problemas, su jefe porque le sigue dando los resultados, el resto de tus compañeros porque se han aborregado en una actitud que probablemente no casa con los valores de la empresa. Habrás reparado en que a él no lo he nombrado... porque no creo que sea el más culpable: aplica sus criterios de la forma que cree conveniente y le va bien; es más, seguro que piensa que es efectivo y que tiene un equipo sólido y comprometido que le sigue con los ojos cerrados, y hasta puede que piense que es divertido.

Su estilo determina la cultura de empresa, o sea que mejor que le pongamos remedio. Ahora bien, ¿quién le pone el cascabel al gato?

Seamos conscientes de que el resto de la empresa puede contagiarse de estas actitudes y que demos a esos comportamientos carta de naturaleza; si es así pensemos que estamos determinando la cultura de empresa, o sea que mejor que le pongamos remedio. Ahora bien, ¿quién le pone el cascabel al gato? Pues es que soy consultor [emoticono de sonrisa y de sudor frío], y no te puedo dar la receta; mi experiencia me dice que la solución pasa por una contribución de todos, pero con un peso mayor en su jefe; suele ser exitoso contar con un coach externo que le haga ver lo que sus colegas y subordinados no le dicen. Y si no tiene jefe puedes venirte arriba e intentarlo tú (¡A mí el balón, Sabino, que los arrollo!) pero por si acaso no dejes de revitalizar tus contactos de LinkedIn.

Retomo el tema con el Rey Sol, Luis XIV, otro que también acuñó un síndrome con su nombre: 72 años en el trono, que llevó la corte a Versalles donde había 4000 sirvientes para 5000 cortesanos que competían por el favor del rey hasta extremos increíbles (eliminación de abcesos anales porque al rey se lo habían quitado, comer sin tenedor porque no le gustaban, conspirar para ser invitados a ver cómo se levantaba de la cama y poder ponerle la camisa, etc). Pero a la vez es innegable que rigió el país y que a pesar de haber participado en cuatro grandes guerras puede decirse que al final de su reinado la corona estaba más segura que cuando ascendió al trono, y hablamos del siglo XVII y de un rey al que algunos apodaban el rey idiota.

¿Podemos decir que fue exitoso para el país? ¿Podemos decir que esos cortesanos que le adulaban le servían bien para sus intereses a largo plazo? Viendo los resultados podría decirse que sí. También podría decirse que el precio que pagaban era desmesurado; uno de sus cortesanos, Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon, se vengó de su falta de éxito en esa batalla cortesana escribiendo unas memorias de las que extraigo un par de párrafos:

"Los elogios, o mejor la adoración, le agradan tanto que cualquier tonto es bienvenido y cuanto más servil sea, más deleitable".

"Eso es lo que da a sus ministros tanto poder. Ellos tienen numerosas oportunidades para halagar su vanidad, especialmente sugiriendo que él es la fuente de todas sus ideas y que les enseñó todo lo que saben".

La solución pasa por decírselo entre todos, pero con un peso mayor de su jefe; ayuda contar con un coach externo que le haga ver lo que sus colegas y subordinados no le dicen

Ya sé que te quedas más tranquilo sabiendo que el heliocentrismo como herramienta de management no lo inventó tu jefe, y que puede dar resultado, pero eso no lo convierte en tolerable ni mucho menos, y es obligación tuya aportar tu granito de arena para comenzar a cambiarlo. Ojalá seas más corajudo que los que hemos sufrido alguna vez un jefe así, que aprendimos a bajar la cabeza cuando la bronca y los malos modos eran para el vecino, y que nos conformábamos con criticar luego entre risas si había mencionado a tal o cual santo, porque si me lo llega a decir a mí... si me lo llega a decir a mí igual salto... o no. Y antes que caer en la frustración de ver cómo nos aborregamos o cómo no podemos mejorar la organización todo lo que podríamos, si no podemos cambiar esa cultura que no nos representa, quizás es el momento de buscar pastos más verdes. Mientras tanto, no pierdas la pureza del niño e intenta decirle suavemente al rey la verdad, y la fundamental no es que va desnudo (consecuencia) sino que ha sido engañado por unos sastres sin escrúpulos y por unos cortesanos que no merecen su confianza.

Leí una vez una afortunada frase, cuyo autor no recuerdo, y que decía algo así como que no hay nada más lastimoso que ver a un tonto subido en el palo de una bandera: todos se preguntan qué hace allí mientras él los ve pequeños y menores.