Tribuna

La altura de miras

Más allá de la crisis económica que vamos a afrontar o de la capacidad del país y de sus instituciones para afrontarla, la pregunta fundamental es ¿quién debe pilotar esa transformación?

Javier Fañanás

Director de proyectos y consultor en The Skeye

 

 

No sé si os pasa como a mí pero la perspectiva con que miramos la pandemia muta en función del nivel de proximidad de la afectación. Pasa lo mismo con las guerras o el terrorismo religioso; cuando hay un millón de muertos en una masacre entre tribus centroafricanas movemos la cabeza con displicencia pero si eso sucede en nuestro patio trasero - los Balcanes están aquí mismo - ya nos preocupa más, al igual que no nos afecta de la misma forma una masacre en Peshawar que el atentado de un lobo solitario en un barrio de París. No vemos el impacto del COVID de la misma forma si los afectados o fallecidos son un número impersonal a quien no pones cara que si el ingresado es un amigo (¡Ánimo! ¡Tú puedes con esto! Volveremos a almorzar) o el fallecido es familiar cercano de tu amig@.

Y cuando hablamos de perspectiva me refiero a todo lo que rodea el virus en una visión amplia, a esa necesidad de plantear un nuevo prisma porque ni nuestra forma de vida será la misma ni nuestro modelo empresarial y laboral va a retornar a lo que admitíamos como estándar hace tan solo un año. Por tanto, más allá de la crisis económica que vamos a afrontar o de la capacidad del país y de sus instituciones para afrontarla, la pregunta fundamental es ¿Quién debe pilotar esa transformación? ¿A quién le corresponde la iniciativa? ¿Por dónde empezamos? Como siempre, tengo más preguntas que respuestas, pero hay un denominador común que es exigible a todos los actores: altura de miras, "elevación moral de intenciones o propósitos" según la definición de la RAE. Y aquí van algunos actores:

1) El Gobierno, estrella de la peli. No soy nadie para decirles qué hacer, que bastante complicado lo tienen de por sí. Antes de que me interpelen, en el más puro estilo gallego les devuelvo unas preguntas. ¿Hace falta gobernar con el objetivo de producir únicamente titulares de prensa, aunque el desarrollo tarde, o sea incompleto o directamente inaplicable? ¿Es necesario sacar un RD semivacío sobre el teletrabajo cuando este está regulado todavía por el RD de marzo de la emergencia COVID? ¿Hay que poner todos los esfuerzos en derogar la reforma laboral del otro partido en 2012? No digo que sea una maravilla pero ¿de verdad es ese el mayor problema? El mercado laboral está cambiando, con más autoempleo, con teletrabajo, con nuevos modelos de relación laboral, con la deriva negativa que supone la edad del país y el gasto en pensiones, y un largo etcétera. El Gobierno debe tener altura de miras para alejarse de la dinámica electoral y pensar en modo país futuro, y si eso implica consensuar con la oposición tendrán que hacerlo; al fin y al cabo, la CEOE pacta con los sindicatos mayoritarios y las empresas con los Comités, y que yo sepa no le ha salido un sarpullido a nadie. Y, en su debido ámbito, lo mismo aplica al Govern.

2) Las empresas. Decir que los candidatos que encontramos (no nos van a llamar a la puerta, habrá que ir a buscarlos) son menos conformados, más exigentes, es una obviedad, y es natural para millenials y generación Z. Pero ¿qué pasa con los empleados actuales? También cambian, también tienen necesidades diferentes, también se van a subir a las mismas olas que los nuevos empleados. Toma como ejemplo el teletrabajo: no se trata de ver quien sale más favorecido, sino de responder a una realidad social, a una demanda general de tus empleados que llevan 7 meses teletrabajando sin prácticamente ningún efecto en tu negocio. Puedes ser generoso y entablar una negociación en modo ganar-ganar o puedes poner puertas al campo, pero si quieres ya te anticipo cómo va a terminar. Y donde hemos escrito teletrabajo podríamos detallar muchos otros aspectos de integración, diversidad, conciliación, etc sin desestimar la capacidad de influenciar hacia arriba a través de las organizaciones empresariales para regular ese modelo y que no oigamos hablar únicamente del precio de la energía eléctrica, el coste del despido y la amenaza de mover la producción a Serbia o Moldavia. Las empresas pueden adaptarse; la pena es que muchas veces lo hagamos solo cuando estamos entre la espada y la pared.

Y se pueden hacer más cosas, no seamos mezquinos. Ayer me hablaron de una empresa alemana muy conocida que ha establecido una política de máximo dos días por semana en la oficina, tres para los supervisores. Si pensamos que solo es por ahorrar coste de alquiler de oficinas ¿por qué si son tan listos no lo han hecho antes?

3) Los sindicatos. Hace unas semanas asistí a una sesión de clausura de un congreso sectorial. Más allá de la alineación política, asumo que por sacar pecho y conseguir influencia, oí unos discursos más modernos de lo que me esperaba, pero sigue habiendo una retórica que recuerda épocas pretéritas. No creo que se trate de revertir su rol, muy necesario, sino de entender desde hoy esas necesidades laborales futuras, entender qué quieren los trabajadores y conseguir progresos en esa dirección. La altura de miras es maximizar el conjunto y no enzarzarnos en batallas pequeñas sobre si la interpretación de tal párrafo dice una cosa o la contraria. Paradigmas tales como el empleo fijo de por vida deben ser revisados; por favor que nadie me entienda mal, no estoy abogando por la precariedad laboral, o los falsos autónomos, sino por un modelo que satisfaga las expectativas de los trabajadores, de todos ellos.

4) Los trabajadores en cualquiera de sus modalidades. Yo soy un baby boomer y mi horizonte laboral es, siendo benévolo, medioplacista. Hay una generación potente de millenials y generación Z que cada vez están más presentes y que valoran unas condiciones laborales difícilmente aceptables anteriormente. La semana pasada me decía un amigo, Director Tecnológico de una empresa de Sistemas, que estaban consiguiendo fichar buenos profesionales jóvenes a base de ofrecer flexibilidad y trabajo remoto frente a una competencia que les ofrecía incluso más salario pero en un puesto de trabajo más tradicional. Es lógico pensar que el devenir de la relación laboral estará marcado por esas generaciones, más individualistas, más conscientes del entorno y el impacto social, más inclinados a la conciliación y al trabajo remoto flexible, menos enganchados a un contrato laboral de por vida, menos comprometidos con su empleador, circunstancias todas ellas que hacen que debamos replantearnos el modelo. Si pensamos que estos tienen poco efecto en la transformación estamos equivocados: elegirán gobiernos y orientarán a los sindicatos, y tienen la responsabilidad hoy de decir lo que quieren, lo que les gustaría, más allá de que casen con la estrategia sindical o suponga un refuerzo para tal o cual política de un gobierno supeditado a la aritmética parlamentaria y a la contienda electoral siguiente.

¿Es ventajista sacar esto a colación durante la crisis del malhadado virus? ¿Estoy difuminando la perspectiva? Pues creo que no, y que no volveremos a ser los mismos. Ha caído en mis manos una encuesta de Deloitte titulada "Global Millennial Survey 2020" con el interesante subtitulo "Las generaciones resilientes tienen la clave para crear una normalidad mejor". En ella analizan, a partir de una encuesta anterior, cómo cambia con el COVID la opinión de los millenials y generación Z sobre algunos aspectos relacionados con su trabajo y con el mundo que les rodea; más allá de los resultados, esperados, llama la atención la evolución de su pensamiento hacia posturas más lógicas teniendo en cuenta la pandemia y que puede ser una referencia válida para el futuro. No voy a detallar toda la encuesta, cuya lectura recomiendo, tan solo os dejo unas pinceladas:

  • Piensan que es demasiado tarde para corregir el cambio climático; sin embargo, el parón económico por la pandemia parece dar esperanzas de que todavía podremos corregir algo
  • Ha aumentado el sentimiento de responsabilidad individual, son más sensibles a las necesidades de los otros y están más inclinados a colaborar para tener un impacto positivo en la comunidad
  • Van a hacer un esfuerzo para dar soporte y consumir en negocios pequeños, locales, que hayan sufrido más esta crisis. De la misma forma no dudarán en castigar a grandes organizaciones cuyos valores o actuaciones no coincidan con los suyos
  • Valoran positivamente las actuaciones que las empresas y los gobiernos (tened en cuenta que es una encuesta global, en España solo uno de cada tres lo aprueba, se ve que tienen criterio) han tomado en esta crisis. Sin embargo, eso no cambia la opinión previa que tienen sobre los negocios de esas empresas
  • Aumenta la lealtad al empleador en tanto en cuanto este garantice sus necesidades en todas las materias (flexibilidad, diversidad, inclusión, sostenibilidad, etc). El número de los que planea permanecer 5 años en su empresa es mayor que los que planean abandonarla en 2 años. Sí, ya sé que piensas que a lo mejor es porque llueve mucho fuera, pero yo quiero ver una tendencia en ello.

En cualquier caso, hemos percibido que la Tierra puede sanar (¿pájaros en Barcelona? ¿aguas transparentes en los canales de Venecia?), que las empresas pueden adaptarse rápidamente y que las personas pueden ser colaborativas desinteresadamente. Es una oportunidad para ser tenaces y crear una sociedad mejor. Veremos si tenemos todos suficiente altura de miras.