Tribuna

Compañeros de viaje

Basarse únicamente en el aprecio personal no asegura el buen fin del proyecto

Salvador Martínez

Consultor en Organització, canvi cultural i RRHH

No cabe duda que uno de los factores que explica buena parte de los fracasos empresariales es asociarse con personas poco idóneas. Quien más quien menos conoce alguna historia de un proyecto que se fue al traste por la desavenencia de los copartícipes. El fruto incipiente, que con tanta ilusión se esperó, quedó marchito en el cementerio de los designios malogrados.

Cuando alguien decide poner en marcha una empresa, debe primar la sensatez, el criterio profesional y el buen juicio personal a la hora de escoger acompañantes para el viaje. Una mala elección hipotecará el futuro del negocio, además de agriar las relaciones entre los miembros, probablemente para siempre. Permítanme adentrarme en algunos de los motivos erróneos para resolver con quién emprender la aventura.

Una razón esgrimida es la amistad. Desde luego, basarse únicamente en el aprecio personal no asegura el buen fin del proyecto. La amistad puede inducirnos a la ceguera, pues el efecto halo enmascara algunos rasgos personales y profesionales que serán cruciales a la hora de hacer funcionar nuestra empresa. Ya saben aquello de que lo que antes nos parecía una linda peca, hoy se nos antoja una horrible verruga.

Otras veces nos acucia la necesidad de compartir la inversión económica, y nos agarramos a un clavo ardiendo. Seguramente, muy en el fondo, sabemos que nuestro partenaire no es la persona adecuada, pero la miopía nos lleva a tomar decisiones estratégicas con la vara de medir del cortoplacismo. Vamos, lo que de toda la vida se ha conocido como "pan para hoy y hambre para mañana".

También es común la falta de reflexión sobre la complementariedad de los talentos, habilidades y capacidades. Donde todos piensan igual, en realidad solo piensa uno. Recuerdo con mucho cariño un equipo de alto rendimiento en el que tuve la fortuna de participar. Estoy convencido que gran parte del éxito consistió en la diversidad de género, de edad, de conocimientos, de experiencias vitales y profesionales, de cosmovisión, etc. Luego hace falta mucha generosidad de cada integrante del equipo para empujar más fuerte cuando alguien flojea.

No es extraño, tampoco, asociarse sin pensar sesudamente si realmente necesitamos compañía, pues estar solos ciertamente puede hacernos sentir desamparados, pero estar mal acompañados... (No me hagan recurrir nuevamente al acervo popular.) Cuando vinculamos nuestro futuro profesional con alguien más, hay que preguntarse qué nos aporta, porque quien no suma, resta. Y viendo las cuentas de explotación de nuestras empresas, la sustracción no es opción que podamos permitirnos. En una tira de Mafalda, el padre de la protagonista ve entrar en casa a su hija con varios niños, a lo que el padre exclama: "¡Siempre con esos chicos! ¡A Mafalda le convendría tener amiguitas!". En la siguiente viñeta vemos a los niños salir por piernas para esquivar la silla que les lanza Mafalda a la cabeza. Entonces el padre reflexiona: "¡Claro!... ¡Hay que ver si a las amiguitas les convendría tener a Mafalda!

En mis tiempos universitarios, viví una experiencia que paso a relatarles. La asignatura de radio creativa requería de un intenso trabajo en equipo para alcanzar la suficiencia, de modo que desde principios de curso forjamos un grupo de estudiantes con mucho ahínco y dedicación. El día del examen final apareció como caída del cielo una alumna (con quien alguna vez había coincidido en cursos anteriores) que nos pidió, con cara de cordero degollado, la inclusión de su nombre en el proyecto final de curso. Dado que nos conocíamos ligeramente, se dirigió a mí y me dijo que durante el año trabajó en turno de mañana y le era imposible asistir a clase. Me presionó apelando a un supuesto sentido de la amistad y la generosidad, mientras el resto del grupo -incapaces de dar una respuesta asertiva- dejaba sobre mi conciencia la decisión. Aquella chica debió odiarme profundamente cuando le respondí: "Has tenido muchos meses para venir un día, hablar con el equipo, realizar parte del trabajo, aportar ideas... y hoy apareces para hacer recaer sobre mí tu resultado académico. No me hagas responsable de tu despreocupación total. Esto que haces es una falta de respeto al esfuerzo que durante todo un curso hemos hecho. Si de mí depende, la respuesta es no". Dichas estas palabras, el resto de componentes respiraron aliviados y mantuvieron la determinación. Ese día me tocó a mí defender los intereses del equipo. Y eso espero, ni más ni menos, de quien quiera acompañarme.