Durante mucho tiempo pensó que sí pero ahora no lo tenía tan claro; siempre había defendido que la duda es la antesala del fracaso, pero con el correr de los años se alineaba con posturas más compasivas tales como dudar no es sinónimo de ignorancia o dudar agita el cerebro en la búsqueda de alternativas.
Ahora, frisando los 55 y con una larga carrera siempre en Producción en la que había escalado desde operario al puesto de Jefe de Producción (Manufacturing Manager decían ahora, y no sabía qué más sobre Operations y Supply Chain y otras vainas), y formándose por el camino que su esfuerzo le había costado, ahora se cuestionaba si valía la pena dedicar tanto esfuerzo, tanto compromiso, tanta dedicación a cambio de un salario ciertamente mejor que en sus orígenes pero a años luz de todos sus subordinados en responsabilidad. ¿De qué le valía cobrar un bruto tres veces mayor a un operario si a la hora de la verdad la diferencia se le quedaba en mil euros netos al mes o poco más? Pero no quería poner el énfasis en el salario porque las reglas estaban claras desde el principio y las había aceptado, sino en lo que tenía que hacer y aguantar y tragar para hacerse acreedor a los mil euros que pagaban el coche, las vacaciones, algún capricho, etc.
Comenzó a listar lo que le pedían y casi tuvo que sacar la pastilla de cafinitrina que tenía guardada en la cartera para estas ocasiones:
- Cumplir con el plan de producción y asegurar un nivel de servicio del 98% (so pena de recorte en el variable)
- Mantener un nivel de motivación alto que se mediría en la encuesta de satisfacción (en este punto su padre le habría dicho que se podía dar por j...)
- Crear el ambiente adecuado para el desarrollo de talento interno para no recurrir a contrataciones externas en puestos medios
- Aumentar la productividad, como mínimo para que la reducción futura de jornada no impactase en los costes
- Reducir el absentismo, por cualquier causa, a niveles prepandemia
- No sobrecargar la estructura con empleados fijos mediante el uso de empresas de trabajo temporal y subcontratación de tareas no nucleares
- ...
Tras escribir los puntos suspensivos no tuvo más remedio que visitar la máquina de café, esa que le iba mal para todo menos para el tránsito intestinal. La ecuación parecía imposible de cuadrar, sus resultados iban a empeorar y su empresa, por muy comprometido y senior que fuese, no iba a tener paciencia. Resulta obvio que resultados y paciencia son un oxímoron en la gestión moderna. No estaba en su natural rendirse y no lo iba a hacer ahora; puede que la fama de tozudos (ellos dicen que es porque tienen razón) se la llevan los maños, pero estos no conocían a los de la sierra de Albacete. Separó causas y consecuencias y decidió enfocarse en las dos últimas, centro de sus quebraderos de cabeza en los últimos años por varias razones:
- El incremento del absentismo en 5 puntos en los tres últimos años, fruto de los cambios legislativos del gobierno entre otras cosas
- La progresiva incorporación de nuevos permisos retribuidos y la interpretación de las zonas grises
- La sensación de que cada uno viene a trabajar si quiere (¿qué es fuerza mayor? ¿con quién dejo al niño enfermo? ¿no hay otra hora para ir al médico? ¿cuánto hace que no veías a tu cuñado de Jaén, ese que no podías ni ver, y que ahora te permite no ir a trabajar casi una semana porque está hospitalizado?...)
- La facilidad con que muchos empleados consiguen la baja médica. Cuando él era joven los médicos evaluaban y "daban la baja" pero ahora parece ser que los empleados "se cogen la baja", y de allí se ha originado el exitoso término bajaciones.
- La pánfila de Recursos Humanos que se arruga en cada negociación con la excusa de que ya no es solo la legislación de aquí sino la casación con la Unión Europea (el autor hace aquí un inciso aquí sobre la inminencia del permiso pagado de dos meses adicionales para cuidado de menor; veréis qué risa cuando sepáis a cargo de quién)
- La mayor judicialización de los casos en que habían mantenido una posición firme, con la incertidumbre jurídica que se plantea con una resolución que se mide en años y con reclamaciones trufadas de discriminación
- La progresiva constatación de que el salto existente en conflictividad entre los propios y los externos, sean ETT's o subcontratados, está desapareciendo.
- ...
Más puntos suspensivos. Otro café, pero esta vez con cigarrillo, que se fastidie la enfermera.
Había presionado a su compañera de Recursos Humanos, la pobrecilla no tenia culpa, y ella le había hecho un sumario de casos que habían perdido y sentencias de otras empresas que les podían ser de aplicación. Era para llorar. Sentencias de reconocimiento del estrés laboral como causa de un accidente de trabajo (hay una muy entretenida sobre el filtrador de contenidos violentos de Meta). Derecho a la intimidad y desconexión digital: ¿no les puedo decir nada si están de baja, ni siquiera interesarme por su salud?. Reflejar la causa de la terminación de un contrato temporal aunque este llegue a su término: la naturaleza del contrato no debe implicar desigualdad de trato. Peticiones de reducción de jornada y adaptación de horario a la carta para no caer en discriminación: ¿cómo vamos cumplir con el plan de producción? La petición de restricciones al trabajo habitual firmadas por cualquier médico. La necesidad de dar audiencia al trabajador en caso de despido disciplinario. Las peticiones de que haya indemnizaciones complementarias a las fijadas por ley en función de otros parámetros (llegará, ya veréis). La evaluación de riesgos psicosociales y su plan de acción. La mayor complejidad en la subcontratación, que podrá aplicar su convenio si es anterior. La incapacidad permanente no extingue automáticamente el contrato de trabajo. La complicación de los contratos de relevo. Y no sabía cuántos más había mencionado, por no hablar de juicios menores por temas de categorías, o definición de quién es el empleador, o denuncias - fundamentadas o no - de situaciones de acoso o discriminación que suponen un comodín en la práctica para el denunciante, o amenazas continuas de denuncia de algún sindicato, y un largo etcétera.
Con gran esfuerzo se contuvo para no aumentar sus niveles de cafeína y nicotina. ¿Podía alguien en su sano juicio pedirle que mejorase sus resultados de los años pasados y absorber la caída de productividad que se generaría por la reducción de jornada en ese entorno de conflictividad baja pero mayor absentismo real, y además sonreír? La respuesta es obviamente sí, porque se lo habían pedido; nunca dijo no a objetivos desafiantes pero esta vez sentía que lo estaban enviando a luchar contra los indios con pistolas de agua. Y además tenía la impresión de que la inercia negativa se iba a retroalimentar y aumentar.
Se puso a armar cuadrantes, a planificar horas extras para optimizar tiempo de máquina, discutió con los de Planificación el flujo de pedidos, rogó al vendedor que lo tuvieran en cuenta antes de comprometer una fecha, se dejó las pestañas mirando Excels con los de Almacén y Calidad para mejorar los procesos (aquí le gustaría ver a los Agile) y ... y constató que no tenía suficiente munición para hacer frente a los objetivos del año. Y se sintió mejor: era como si le hubieran anunciado el diagnóstico de su enfermedad, que coincidía con su sospecha, y ahora ya pudiese dedicar sus esfuerzos al noble arte de buscar excusas. Ni que decir tiene que los mil euros no suponían suficiente acicate.
Se levantó tranquilamente y se dirigió al despacho del Director. No le iba a gustar. Por el camino lo detuvo uno de los operarios nuevos para recordarle su nombre porque lo había pronunciado mal dos veces y eso constituía una falta de respeto grave en su país. Definitivamente no valía la pena.